jueves, 5 de enero de 2012

LOCO Y ESTÚPIDO CINE: un milagro audiovisual

He querido escribir un cuento como regalo de reyes a los lectores de Blog del Productor. Está inspirado en sucesos reales y sucedió tal y como vais a leer.



Érase que se era un tipo como yo... Qué demonios, era yo. Paso a primera persona. La semana en que se estrenó la película The Artist, tuvimos a bien ir al cine en familia. Una de las opciones barajadas fue precisamente el filme antes señalado, pero se descartó por ser una película muda. La apuesta es arriesgada, qué duda cabe.

Y más si tenemos en cuenta que el ser humano moderno tiene, no sé si son prejuicios o simplemente un gen recesivo... pero tiene algo que le hace resoplar cada vez que se le propone ver una película muda. Haz la prueba. Propón a la persona que tienes a tu vera hacer un visionado de Vampyr de Carl Theodor Dreyer, así, como quien no quiere la cosa. El 90% de las personas responderá que ni de coña. Y del resto, unos creerán que estás de broma y a las que queden, tengo que asegurar que habrá que convencerles. Bueno, pregúntate a tí mismo si la verías.

Pues bien, finalmente nos decidimos por una comedia navideña, Noche de Fin de Año, una especie de cine polvorón: se abre, qué dulce, ¡fanflona!, hace un poco de bola, te lo tragas, yo es que soy más de mazapán... y te olvidas. Pero en la taquilla nos informan de que no quedan entradas. Ya que estábamos allí, nos decidimos por Un Dios Salvaje, de no sé quién (buscadlo en Internet), la cual, con su mala leche perturbó el espíritu navideño y me alegró la noche.
El caso es que al día siguiente, decidimos que queremos ver otra película, esta vez en casa. La elegida, una cinta que está ahora mismo en cartel titulada Crazy, Stupid, Love, una suerte de película Apatow muy apañada. Sí, amigos, si está en cartel, sólo ha podido llegar de un modo al salón, lo reconozco. Pero dejaremos las cuestiones morales para un cuento de verdad.

Nos ponemos a verla, es VOSE, por supuesto la imagen es screener con sombras que van y vuelven del servicio. Audio con toses, como era de esperar. Y a los dos minutos, constatamos que el sonido está fuera de sincronía, y se retrasa tres o cuatro segundos. De locos. No sabes quién habla. Los labios se mueven, sí, y se oyen diálogos, pero no ha nacido ser humano que sea capaz de aguantarlo más de diez minutos sin perder el juicio.

¿Solución? Sucede, que como tiene subtítulos y éstos están incrustados en la imagen, sí están en sincronía. A esas alturas ya nos habíamos enganchado a la peli. Fui yo quién, a petición de la mayoría, hinqué la uña en el mando a distancia hasta dejar el volumen a cero, obteniendo como resultado la versión  de Crazy, Stupid, Love, esperando que la sensatez alzase la voz y cambiásemos de película. Momento que por supuesto no llegó. Y seré franco, en mi condición de profesional del audiovisual (recordemos, medio sonido, medio imagen) me indigné. La situación era ridícula: ¡No podía creer que estuviésemos viendo la maldita película en silencio! Y en mi necio -y silencioso- enroque me dispuse a matar el tiempo con un adictivo videojuego en el teléfono móvil (el Creeps, para más detalles).

Jugaba en silencio, claro, porque el sonido del videojuego distraía a aquellos que veían le película sin sonido. Ahí nos tienes, en el salón, yo enviciao al Creeps y los demás viendo la película, en un mutismo sepulcral, eso sí, roto de vez en cuando por las carcajadas de los espectadores, lo cual generaba aún más rabia en mí:¡"Y Encima les gusta! ¡J***r! ¡Se ríen solos, que parecen tontos! ¡Loco y estúpido cine en versión muda subtitulada al español". De verdad que estaba tan indignado que a punto estuve de sentarme en el suelo y hacer una asamblea, lo juro.
Hoy, dando un paseo, tuve una revelación. Recordaba las risas que contrastaban con el silencio como el blanco sobre el negro. Pensé: la película... ¡Funcionaba a pesar de ser muda! Entendí que no fue gracias a The Artist (ni a Blancanieves de Pablo Berger), si no a una acumulación de accidentes y casualidades que el cine mudo había renacido de sus cenizas.

La sensación que me invadió fue la propia de un místico ante una aparición mariana, o ante la visión de un mesías que después de muerto vuelve al mundo para redimir nuestros pecados. El milagro se había presentado ante mis ojos, y yo con un móvil en la mano ¡No fui capaz de grabarlo!

Culpa del Creeps, al que pasaremos a llamar Puto Creeps. Bueno, y mía un poco también.

La escena era perfecta, puro cine: Silencio. Gente disfrutando una película sonora en versión muda subtitulada. Oímos risas. Nada más.

Era puro cine y yo, cegado por mi terquedad, no comprendí la relevancia del suceso. El dios del cine fue capaz, durante dos horas, de dominar al gen recesivo humano, enemigo del cine mudo. Y yo con un móvil en la mano y no fui capaz de grabarlo.

Al menos puedo decir que estuve allí. Soy testigo aquella maravilla que no sé si volveré a presenciar. Probablemente las personas que vieron esa película muda (rodada con sonido) ni tan siquiera se hayan planteado todo esto. Probablemente, ahora mismo la recuerden con sonido, o al menos no la recuerdan muda. Cuando el cine mudo se normaliza, deja de ser mudo para ser cine. Probablemente si les propongo ver Vampyr de Carl Theodor Dreyer me responderán que ni de coña... Una peli en blanco y negro... ¡Y encima muda! No sé si la opción sería hincar la uña en el mando a distancia.

Ahora, la paradoja es que el único modo de documentar un milagro audiovisual es escribiendo, puesto que recrearlo no tendría sentido. La próxima vez que vaya al cine, recorreré los últimos cincuenta metros hasta la taquilla de rodillas, como penitencia.

A toro pasado cualquiera es místico. Ésta es la razóm de que yo, con un móvil en la mano no fuese capaz de grabarlo.

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