jueves, 22 de diciembre de 2011

Sobre la CRÍTICA y las GAFAS

¡Por favor, antes de leer este artículo pónganse gafas! Progresivas a ser posible. Resulta evidente que uno, cuando se sienta a audiover una película, debe saber dónde se mete. Bueno, parece que no es tan evidente. Porque a mis oídos llegan frases como "vi la de James Bond y no me gustó, era una flipada". ¡Dios! ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Por qué tengo que aguantar el "No me gustó el caballo blanco de San Tiago porque me fijé y era blanco. Y no me gusta el blanco, ¿sabes tú?"

Es imprescindible ponerse unas gafas específicas antes de ver una película. Por ejemplo, si vas a ver Copia Certificada, te pones unas gafas de pasta. Si vas a ver Tintín, te pones unas gafas de niño. Porque si ves la primera con ojos de niño y la segunda con ojos de adulto, mal asunto. Y no estamos en esta vida para sufrir, ni siquera con el cine de Kiarostami.

Uno se sienta a audiover Avatar como el que se sienta a ver la final de la champions. Uno no espera (o no debería esperar, porque se va a frustrar) que se dé un debate filosófico, o una reflexión sobre el audiovisual... Uno va a ver pirotecnia. Sólo recuerdo un intento por casar ambas propuestas en la mítica final de fútbol  de los JJ. FF. II (Juegos Filosóficos Internacionales) entre las selecciones de Grecia y Alemania. ¡Qué partido! Os dejo el resumen.
Y oigo: ¡Menudo coñazo la de Kiarostami! Vamos a ver... Si no sabes ponerte gafas no es mi problema, a no ser que te falten la nariz y las orejas y en ese caso, ya tendríamos que pensar en la accesibilidad de los contenidos, que con esto de la dictadura de las mayorías, la gente que no tiene orejas ni nariz no puede ver como Dios manda una película... Aunque qué más me da a mi, si pertenezco a la mayoría de seres humanos que disponen de orejas y nariz (por ahora).

Pero te diré: Si quieres aventuras de mayores para niños vete a ver Tintín (¡Con gafas de niño!). Si quieres aventuras de niños para mayores, ponte The Road (¡Con gafas adecuadas!). Pero por favor -y suplico- no me critiquen negativamente al caballo blanco de San Tiago por ser blanco, por muy culés que seáis.

¡Y ojo que soy del Atleti -aunque gane- y me sé poner gafas para ver a Kirostami!

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