viernes, 4 de septiembre de 2009

A Spielberg se lo perdono todo

Sólo hay dos clases de películas, las que nos gustan, y las que no, con el espectro intermedio que seamos capaces de imaginar, respetados lectores-espectadores.

Nosotros somos el mercado. No permitáis que ningún capullo os diga lo que es bueno o lo que es malo. Nadie tiene derecho a afirmar que somos ovejas por pastar determinado celuloide comercial... Porque un asno (lectura hispana del término snob), también pasta celuloide, y por creer que forma parte de una exclusiva minoría sólo está pensando como un capullo; los asnobs simplemente completan un mercado que nos convierte a todos en lo mismo: consumidores. ¿O el cine de autor no se consume?



No digo que nadie cierre las puertas al buen cine de autor, porque hasta que no se ha visto una película no se debe opinar. Abran su mente, (o su estómago) al celuloide sin importar de dónde venga y premien aquello que les guste. Y ya está. Así de fácil. Que el mercado siga con libertad su curso. Que nadie os coarte vuestra libertad, consumidores, ni las grandes corporaciones ni los asnobs. ¡Sed libres!

Y nunca os sintáis superiores por consumir un tipo u otro de celuloide. Y no generalicéis. Uno puede encontrar una flor en una letrina. Y aquellos incapaces de aceptar la realidad cinematográfica tal y como es. Considérense pusilánimes.

Así, absténganse los gafapastas, los literatúnidos y los asnobs de leer este blog porque, herirá su sensibilidad. Y de aquellos que buscan sólo culos y tetas... que no lo dejéis, pero abrid vuestra mente, que el cine tiene algo más que ofrecer (además de los culos y las tetas). Personalmente, os animo a sufrir, que duda cabe, pues las vacunas van precedidas del dolor de la aguja.

No tendré miedo de las reacciones de los culturetarras, esas élites del papel, esos ilustres déspotas a los que de libertad y democracia tendré tiempo de hablar... Que los ejércitos de liberación cultural encuentren en su punto de mira este blog. Que lo encuentren.

Lo único que puedo afirmar con una certeza absoluta sobre el cine es que a Spielberg se lo perdono todo.

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