jueves, 17 de noviembre de 2011

Especial MICHAEL MANN (I): Enemigos Públicos


Vaticiné hace ya tres años (aunque no quede constancia) que el cine negro, con el advenimiento de la crisis económica, encontraría su hueco en la cartelera. Bien es cierto que el gran público busca evasión y “cosas bonitas, corazón”, porque para sufrir ya tenemos el mundo real... Pero qué diablos, también queremos sangre. Queremos ver en la pantalla toda la mierda que envuelve nuestra sociedad. Y el cine negro se dedica a darnos ese placer: a representar el realismo político más crudo.

El cine negro nos atrae porque es un purgatorio autocrítico, un acto descreído y pesimista de autocompasión comunitaria. No sé si se cumplieron los vaticinios, pero el cine negro aguanta el chaparrón.

Michael Mann nos ha ofrecido distintas muestras renovadoras del cine negro con Heat, Collateral, Miami Vice y la que nos ocupa, Public Enemies.


El cine negro es, quizá el género que mejor representa el mundo en que vivimos: Los resortes de nuestra sociedad, los caminos informales de la política, del dinero y del poder. Nos muestra el tejido social y las relaciones que hay entre cada actor en un espejo que no refleja el mundo ideal si no nuestro fragmentado retrato en un roto cristal. Pocas veces aporta respuestas, porque las sombras son tan importantes como las luces. Público, piensa lo que quieras no seré yo el que tome partido.

Efectivamente, Enemigos Públicos, es un gran retrato de la sociedad actual. Nos topamos ante una parábola del cambio de paradigma en los sistemas de inteligencia y agencias de seguridad de los estados post-guerra fría en el siglo XXI. Nuevas amenazas implican nuevas estrategias.
Michael Mann aborda la vida del carismático delincuente John Dillinger (el ratón), interpretado por Johnny Depp y del agente especial Melvin Purvis, al que da vida Christian Bale, al frente de la oficina de seguridad federal que habría de convertirse en el FBI (el gato).

La obsesión de Michael Mann por los detalles que definen los cambios de época (la tecnología) es una constante en su estilo. En Heat son los teléfonos móviles, los helicópteros, las escuchas, las cámaras infrarrojas y los jets privados... Pero aún no ha eclosionado el mundo globalizado que nos muestra filosóficamente en Collateral y que cristaliza en Miami Vice. Pocas instantáneas de la globalización son tan certeroas como las suyas: un mundo que encoje por la inmediatez de jets privados, lanchas fuera borda y la interconexión de los números de cuenta, teléfonos móviles, internet... Un mundo a la par inconexo, en el que las relaciones personales son difíciles de establecer, y aún menos de mantener: El individuo es un lobo para el resto de individuos. Lobos esteparios, pero lobos que muerden lobos a fin de cuentas.

Ese cambio de época se debe contar con los medios tecnológicos de la nueva era. La decisión de tomar partido por el cine digital es, en sí misma, una declaración de intenciones. El mundo ya no es analógico. ¿Cómo voy a contar con rigor ese cambio de época si no lo cuento con los medios propios de la misma? ¿Acaso Paul Thomas Anderson, si tuviese que rodar hoy Boogie Nights, no se plantearía rodar en digital? Quizá Boogie Nights fuese un relato nostálgico y por eso debía rodarse con los medios de la nostalgia, o quizá no. Seguro que se lo habría planteado.

¿Por qué contar una historia de época con el digital? Porque Public Enemies es una parábola del mundo actual. En la era global, en la que los delincuentes se pueden mover con agilidad a lo largo y ancho (o corto y estrecho) mundo, los estados no cuentan con la operatividad necesaria para perseguirles más allá de sus fronteras -y dentro la inteligencia está dispersa en distintas agencias- dándose de facto un estado de cuasi impunidad. Respuestas lentas, burocracia, duplicidad, competencia... Era la situación de los EE. UU. antes de contar con una oficina federal que persiguiese delitos interestatales sin lastres institucionales: el FBI. Melvin Purvis ejecuta una nueva estrategia dotado de los últimos avances en investigación y tecnología, libertad de movimientos... y cañones de acero.

Las estrategias de seguridad y defensa en los EE. UU. y en los países aliados ante el nuevo escenario geopolítico y sus amenazas, han respondido integrando agencias de inteligencia, compartiendo información, colaborando, trabajando codo con codo... Y utilizando todos los medios tecnológicos (amén de los medios sucios de Harry). Es una respuesta lenta pero necesaria.

Comentar que a Europa le va a costar más, pero no podrá evitarlo, si quiere hacer frente con fortaleza a las amenazas del siglo XXI. El caso particular de España es sangrante, y evidencia la necesidad de cambiar completamente de paradigma en su sistema de seguridad y defensa, hoy por hoy, uno de los mayores retos para la ciudadanía: Policía local, Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos d'Esquadra, Ertzaintza, CNI componen un mosaico de seguridad fragmentada y descoordinada. La ciudadanía tendrá que elegir si desea continuar con un modelo de estabilidad basado en el reparto del botín (el país de chorizos que es hoy), o si queremos garantizar una seguridad adaptada al siglo XXI (un país serio que debería ser).
Michael Mann, con Public Enemies, dibuja un fresco del mundo a comienzos del siglo XXI a través de un relato de época. Memorables los rodajes de la acción, mostrando el espacio cuando tiene que hacerlo (atraco a banco) y desconcertando al espectador en otros momentos (tiroteo en el bosque). Diálogos que por momentos retoman la línea brillante del cine negro clásico, y una narración tradicional (alejada de la vanguardia de Zodiac). Y es que me tiene rendidito a sus pies.

Muchos huevos le echa el amigo. Como aquí el señor Urbizu.

2 comentarios:

  1. Una mierda de pelicula. Casi me duermo en el cine, y encima era tan oscura q poco más y no se ve na

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  2. Grande Carlos, primer comentario del blog! Sigue así, se admiten propuestas de filmes para criticar.

    Un abrazo.

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