Vaticiné hace ya tres años (aunque no
quede constancia) que el cine negro, con el advenimiento de la crisis
económica, encontraría su hueco en la cartelera. Bien es cierto que
el gran público busca evasión y “cosas bonitas, corazón”,
porque para sufrir ya tenemos el mundo real... Pero qué diablos,
también queremos sangre. Queremos ver en la pantalla toda la mierda
que envuelve nuestra sociedad. Y el cine negro se dedica a darnos ese
placer: a representar el realismo político más crudo.
El cine negro nos atrae porque es un
purgatorio autocrítico, un acto descreído y pesimista de
autocompasión comunitaria. No sé si se cumplieron los vaticinios,
pero el cine negro aguanta el chaparrón.
Michael Mann nos ha ofrecido distintas
muestras renovadoras del cine negro con Heat, Collateral, Miami Vice
y la que nos ocupa, Public Enemies.
El cine negro es, quizá el género que
mejor representa el mundo en que vivimos: Los resortes de nuestra
sociedad, los caminos informales de la política, del dinero y del
poder. Nos muestra el tejido social y las relaciones que hay entre
cada actor en un espejo que no refleja el mundo ideal si no nuestro
fragmentado retrato en un roto cristal. Pocas veces aporta
respuestas, porque las sombras son tan importantes como las luces.
Público, piensa lo que quieras no seré yo el que tome partido.
Efectivamente, Enemigos
Públicos, es un gran retrato de la sociedad actual. Nos topamos ante
una parábola del cambio de paradigma en los sistemas de inteligencia
y agencias de seguridad de los estados post-guerra fría en el
siglo XXI. Nuevas amenazas implican nuevas estrategias.
Michael Mann aborda la vida del
carismático delincuente John Dillinger (el ratón), interpretado por
Johnny Depp y del agente especial Melvin Purvis, al que da vida
Christian Bale, al frente de la oficina de seguridad federal que
habría de convertirse en el FBI (el gato).
La obsesión de Michael Mann por los
detalles que definen los cambios de época (la tecnología) es una
constante en su estilo. En Heat son los teléfonos móviles, los
helicópteros, las escuchas, las cámaras infrarrojas y los jets
privados... Pero aún no ha eclosionado el mundo globalizado que nos
muestra filosóficamente en Collateral y que cristaliza en Miami
Vice. Pocas instantáneas de la globalización son tan certeroas como
las suyas: un mundo que encoje por la inmediatez de jets privados,
lanchas fuera borda y la interconexión de los números de cuenta,
teléfonos móviles, internet... Un mundo a la par inconexo, en el
que las relaciones personales son difíciles de establecer, y aún
menos de mantener: El individuo es un lobo para el resto de
individuos. Lobos esteparios, pero lobos que muerden lobos a fin de
cuentas.
Ese cambio de época se debe contar con
los medios tecnológicos de la nueva era. La decisión de tomar
partido por el cine digital es, en sí misma, una declaración de
intenciones. El mundo ya no es analógico. ¿Cómo voy a contar con
rigor ese cambio de época si no lo cuento con los medios propios de
la misma? ¿Acaso Paul Thomas Anderson, si tuviese que rodar hoy
Boogie Nights, no se plantearía rodar en digital? Quizá Boogie
Nights fuese un relato nostálgico y por eso debía rodarse con los
medios de la nostalgia, o quizá no. Seguro que se lo habría
planteado.
¿Por qué contar una historia de época
con el digital? Porque Public Enemies es una parábola del mundo
actual. En la era global, en la que los delincuentes se pueden mover
con agilidad a lo largo y ancho (o corto y estrecho) mundo, los
estados no cuentan con la operatividad necesaria para perseguirles
más allá de sus fronteras -y dentro la inteligencia está dispersa
en distintas agencias- dándose de facto un estado de cuasi
impunidad. Respuestas lentas, burocracia, duplicidad, competencia... Era la
situación de los EE. UU. antes de contar con una oficina federal que
persiguiese delitos interestatales sin lastres institucionales: el
FBI. Melvin Purvis ejecuta una nueva estrategia dotado de los últimos
avances en investigación y tecnología, libertad de movimientos... y
cañones de acero.
Las estrategias de seguridad y defensa
en los EE. UU. y en los países aliados ante el nuevo escenario
geopolítico y sus amenazas, han respondido integrando
agencias de inteligencia, compartiendo información, colaborando,
trabajando codo con codo... Y utilizando todos los medios
tecnológicos (amén de los medios sucios de Harry). Es una respuesta
lenta pero necesaria.
Comentar que a Europa le va a costar
más, pero no podrá evitarlo, si quiere hacer frente con fortaleza a
las amenazas del siglo XXI. El caso particular de España es
sangrante, y evidencia la necesidad de cambiar completamente de
paradigma en su sistema de seguridad y defensa, hoy por hoy, uno de
los mayores retos para la ciudadanía: Policía local, Policía
Nacional, Guardia Civil, Mossos d'Esquadra, Ertzaintza, CNI componen
un mosaico de seguridad fragmentada y descoordinada. La ciudadanía
tendrá que elegir si desea continuar con un modelo de estabilidad
basado en el reparto del botín (el país de chorizos que es hoy), o si queremos
garantizar una seguridad adaptada al siglo XXI (un país serio que debería ser).
Michael Mann, con Public Enemies,
dibuja un fresco del mundo a comienzos del siglo XXI a través de un
relato de época. Memorables los rodajes de la acción, mostrando el
espacio cuando tiene que hacerlo (atraco a banco) y desconcertando al
espectador en otros momentos (tiroteo en el bosque). Diálogos que
por momentos retoman la línea brillante del cine negro clásico, y
una narración tradicional (alejada de la vanguardia de Zodiac).
Y es que me tiene rendidito a sus pies.
Muchos huevos le echa el amigo. Como
aquí el señor Urbizu.
Una mierda de pelicula. Casi me duermo en el cine, y encima era tan oscura q poco más y no se ve na
ResponderEliminarGrande Carlos, primer comentario del blog! Sigue así, se admiten propuestas de filmes para criticar.
ResponderEliminarUn abrazo.