lunes, 12 de septiembre de 2011

15-M: y la plebe se alzó como tribuno



TRIBUNOS DE LA PLEBE 1.0


No puedo evitar participar en el archipiélago con mi opinión sobre el 15-M. Una opinión desencantada, firme y por qué no decirlo... Liberal. Dejemos el neo para los discursos de otros. 


Un liberalismo justo, que es el mío y no otro, que para eso soy yo el que opina. Un liberalismo que en el ring de las opiniones provocará (si dios quiere) una lluvia de crochets de izquierda y de derecha. Pero así es la vida del librepensador: el eje izquierda-derecha apenas representa una coordenada, nada significativo.



Huelga decir que no me siento representado por este movimiento y que no obstante estoy orgulloso de su existencia que creo sana.


El 15-M supone la cristalización de una nueva vía de participación política, dicho con más propiedad, es el asentamiento de un nuevo canal de participación, no único, no el más -ni el menos- legítimo de todos.


Los nuevos movimientos sociales evolucionan con las TIC, se adaptan, hacen uso de ellas y precipitan el 15-M. Este es una nueva morfología del tribuno de la plebe, que con su potencia mediática y su discurso son capaces de calar en las agendas de los actores institucionales, véase, los partidos, sindicatos, ¿Patronales?. Puede influir en la política, igual que puede hacerlo un soborno. Y esa es su meta. O al menos ese debería ser su objetivo a medio plazo y en el ámbito local: instituirse en un canal de participación efectivo, un grupo de presión, una especie de lobby.


IDEOLOGÍA


Esta es la parte más potente, pero como siempre la que genera mayor desazón en mí. El fin de las ideologías puede dar paso al inicio de las ideas de los individuos. Pero va a costar. La dulce leche del infinito pecho de Mamá ideología -religión, nación, política- es iresistible para los individuos.


Así el 15-M tiene un discurso reflejo de los grandes esquemas de la mitología universal. Por eso funciona tan bien. Porque no es racional. La fragua de la cohesión social encuentra una antracita de primera, pero no es la única ni necesariamente la más eficaz.


Hay una crisis, un malestar social, vivimos en una era de tinieblas en el que el maligno (las élites económicas mundiales, el neoliberalismo, los neo-con, la Fox o qué se yo...) domina el mundo. Ante el recuerdo de una época dorada, el héroe, el elegido (esta vez un colectivo llamado judíos, digo pobres, perdón obreros, quise decir catalanes, ¡Ay! no, indignados, eso...) debe actuar y luchar contra el mal para liberar al mundo de la tiranía y devolver la felicidad y los ríos de leche y miel al mundo. Para eso se vale de una espada poderosísima a saber, las asambleas, la búsqueda de la democracia ultra-participativa, una espada de hoja afilada, legítima y justa que asesine todo lo que huela a mercado, a liberalismo y a guerrero.


Y no es que trate de ridiculizar el movimiento, al contrario lo único que hago es desromantizarlo y tallar del diamante en bruto el brillante que puede llegar a ser. En otras palabras, trato de comprenderlo distanciándome.


PARTICIPACIÓN: UTOPÍA Y DISTOPÍA


La gran fuente de legitimación de este movimiento se encuentra en la participación. Asambleas por doquier permiten a cualquiera opinar, proponer, hacer y decidir. 


Siempre que tengas tiempo para participar, claro. La democracia ateniense se basaba en una economía esclavista, por eso se podía participar. Y sólo la élite participaba. Además no fue un sistema de probada estabilidad.


La participación equivale a consenso y legitimidad. Pero equivale a lentitud en las respuestas, hecho que en un momento de crisis podría deslegitimarla. 


Y es que nadie ha probado que la gestión colectiva ultra-participativa sea más eficaz, más eficiente o en términos no liberales... conveniente.


La élite del 15-M se percató hace tiempo de ese problema y uno de sus grandes retos es casar la participación ciudadana con la capacidad de dar rápidas respuestas a retos, no digo efímeros, pero sí veloces, que se presentan en el siglo XXI. Para ello la única solución es la dictadura. Pero suena mal, así que legitimaremos llamándole comisiones especializadas. Estas deberían estar compuestas por gente cualificada, con conocimientos y buen criterio sobre una materia determinada... Vamos una élite: todos estamos de acuerdo en que es justo que las personas actúen en base a sus capacidades y talento. Es justo que Messi y no yo (por mucho que mi felicidad dependa de ello) juegue en el Barça. Me aguanto.


Es así cómo los discursos antielitistas pierden sentido. Porque necesitamos élites. Élites que preparen el pan, élites que escriban libretos y élites que gestionen las necesidades de la sociedad. Eso sí, esas élites deben ser personas de las que nos podeamos fiar.


Me habéis cazado, gobernanza y gobernabilidad son conceptos creados por alguna razón y esquivarlos equivale a perder una herramienta de análisis y acción.


LA GLOBALIZACIÓN PARA RESOLVER PROBLEMAS LOCALES


Las TIC permiten la conexión casi mundial (aquellas poblaciones que no tienen acceso a las mismas están marginadas de estos movimientos sociales). El 15-M es hijo (o hija, dios sabe...)  de las TIC.


El discurso de cohesión, a saber, de solidaridad y lealtad, tiene en la superficie un buen fondo. Pero en el fondo, habita el germen de la discordia. Solemos dar, en los medios de comunicación afines al movimiento, con la incapacidad de pronunciar o teclear la palabra España. Debe ser que el corrector ortográfico te cambia automáticamente el topónimo por el de Estado Español. Cosas de los programadores informáticos. 


Son guiños a los nacionalimos españoles (perdón, relativos o pertenecientes al estado español) periféricos. Pero hete aquí que una de las grandes reformas planteadas por el 15-M, la reforma constitucional, es sin duda la reforma constitucional que podría acabar con la solidaridad y lealtad del movimiento en, sin ir más lejos, Catalunya (perdón la Comunidad Autónoma Catalana, que uno no sabe ya lo que escribe). Pues la reforma supondría, -además de equilibrar la fórmula d´hondt, quizá alterar el bloqueo de las listas, las circunscripciones, etc.- repensar la representación en la cámara baja, en la que se debaten temas de interés nacional (o estatal, que alguien me ayude, mi corrector ortográfico es viejo...) y por ende, vendría a establecer el echo de que los votos de todos los ciudadanos tengan el mismo valor. Esto probablemente eliminaría a los nacionalismos españoles periféricos de la lista de partidos a lubricar el congreso, los partidos bisagra serían otros.


Y el pacto constitucional del estado español (forjado en la oscuridad) se quebrantaría (ese en el que CiU estaba pero no estuve yo). Y los intereses particulares de, sin ir más lejos, la Comunidad Autónoma Catalana se diluirían en el congreso de los diputados (no en el senado ni en la comunidad autónoma, en las que se debaten problemas particulares). Me encuentro en disposición de aventurarme a afirmar que el 15-M versión catalana no estaría muy por la labor de apoyar el cambio (no encontraría una mayoría cualificada en la asamblea), dada la alta probabilidad de que prefieran que los partidos catalanes (si son bisagra) cuenten con mayor poder de negociación en el congreso de los diputados a la justicia social (ambas legítimas pero incompatibles opciones). Y se acabó la solidaridad. Se acabó la lealtad. Y vuelven las tinieblas.


Y en un mundo en el que los arcaicos estados (y sus correspondientes ideologías nacionalistas) deben ceder poder a las entidades supranacionales para hacer frente a una economía y a una delincuencia adaptadas a su tiempo (global y telecomunicado), en el que las solidaridades y lealtades deben ampliar sus fronteras, los nacionalismos (centrales y periféricos) continúan lastrando esa lucha. Zancadillean el cambio, se niegan a ceder para ganar poder.


El 15-M necesita adherirse a los grandes movimientos sociales internacionales, para que la función tribunicia tenga sentido en el siglo XXI. Y desprenderse de nacionalismos de toda índole. Es el sino global del poder local.


CONCLUSIONES: ANHELANDO LOS TRIBUNOS DE LA PLEBE 2.0


Es 15-M tiene poder demostrado. Ha evidenciado que es un canal de comunicación efectivo con las administraciones, con los partidos y con los sindicatos. Es el tribuno de la plebe 1.o de sustancia colectiva. 


Ha sido capaz de crear ilusión en una población apática. Ha despertado también la consciencia política de muchos ciudadanos, y ha elevado espíritus críticos que hasta ahora se dedicaban exclusivamente a alinear a su equipo favorito de fútbol.


Es incuestionable el civismo de que ha echo gala a lo largo de los meses y ha salido en los medios de comunicación de todo el mundo. 


Su operatividad, en cambio continúa, siendo relativa y debe resolver distintos asuntos para hacer de ella una realidad efectiva y eficaz. Consta de pilares fuertes, pero debe plantease una estrategia clara y directa. El movimiento debe afianzarse y estabilizarse y para ello, debe tomar ciertas decisiones que no se encuentran actualmente en su ideario. ¿Cómo alcanzar metas? ¿Qué metas? ¿Cómo gestionar los esfuerzos? ¿Prioridades, objetivos necesarios y deseables? 


No debe perder esa ideología, que mantiene unido el ideario colectivo. Pero debe tratar de hacer que los individuos piensen en las funciones reales y menos en las ideas. Necesita mayor pragmatismo, mayor realismo político. Y necesita ampliar su target.


Sólo del 15-M depende el futuro de este movimiento, canal político de necesidades ciudadanas en estado embrionario. Sólo de ellos depende dar con la imagen de seriedad, disciplina, firmeza, determinación y responsabilidad que necesita de cara a la galería. Y que no olviden las estrategias y tácticas de los NMS. 


Esperemos que no surjan demasiadas facciones y escisiones (que ya se dan) y componga un bloque capaz de gestionar un sueño. Suerte, 15-M y al toro.

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