martes, 30 de marzo de 2010

CUADERNOS DE CINE. La Delgada Línea Roja: Guerra al Realismo




Al grano. El hombre y la naturaleza. La guerra.

Según Hobbes, hijo del realismo de Maquiavelo y precursor del liberalismo de Locke, el estado de naturaleza del hombre es el estado de guerra, ya que el hombre es un lobo para el hombre -cita a Plauto para expresar la maldad innata del Hombre.

Pero no concluyamos que esto es el principio de la paranoia universal -que también-. Sí que todos los individuos, activosnos movemos según nuestros intereses particulares. Un realista no puede esperar otra cosa.

Para que desaparezca ese estado de naturaleza debe existir alguien que imponga su fuerza sobre los demás. Con la guerra de todos contra todos resuelta de forma probablemente violenta e inevitablemente acordada, nacerá un estado de paz en el que se pueda impartir justicia: el monopolio legítimo de la fuerza de Weber.

Más tarde nace Rousseau. Para él el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe. ¡Trampa! Se basa en unos individuos pasivos (e irresponsables) ante la potencia de la comunidad. Somos perros de Pávlov que nacemos puros y buenos y si obramos mal no es nuestra culpa es del que nos da de comer y agita la campanilla.

Este argumento me trae por la calle de la amargura. Es el comodín que todo lo justifica: No, a ver que te lo explique para que lo entiendas... yo te he despellejado, te he metido en sal, y he visto cómo te secabas vivo como una babosa... Pero no es mi culpa, es que en el cole todos me llamaban meón.

Malik se acerca a esta visión. Los indígenas son buenos porque se identifican con la naturaleza, no son unos depravados como nosotros -el gran acierto de Gibson en Apocalipto-. Claro que esos indígenas no dejan de ser un puro mito, son planos. Váyase usted a una aldea de pescadores en el Lugo de los años 30 y le digo que encuentra a una comunidad tan apegada a la naturaleza, tan virtuosa y tan pura como los indígenas del pacífico. Quizá estas aldeas también sean míticas.

Solo faltaría que años más tarde, el soldado Witt (Jim Caviezel) volviese de visita al paraíso para tomarse un aperitivo con sus indígenas del Pacífico, y en el momento de su llegada justamente, éstos estuviesen,  impartiendo justicia a uno de sus congéneres tras cometer un crimen y el castigo fuese una pena capital. Ahí les ves, degollando al que no acata la ley (o costumbre o tradición, me da igual). ¡Abajo con el mito de los hombres puros y buenos! ¡Arriba Hobbes! Una oda a otro estado de naturaleza distinto al de Malik. La naturaleza, amigos míos, ni es buena ni mala, ni violenta ni pacífica... Solo es... Y esas cosas parece que se le escapan al trascendente discurso religioso (monoteísta y comunitarista) del director.

En el fondo no somos individuos, somos parte de un todo. Ya hablaremos de eso, Terrence.

El estado de guerra, de la II Guerra Mundial, fue inevitable y nos acercó a un cierto lapso de paz. Quiero pensar que tanto muerto sirvió para algo, que el mundo ha salido de las tinieblas en las que se estaba adentrando. Y, sorprendentemente, el hombre/mujer (no se me alteren) es capaz de volver a meterse en berenjenales similares (tras la caída del muro nacía un nuevo orden, con destrucciones y renacimientos incluidos, el cual empezó a manifestarse, en toda su magnitud un 11 de septiembre de 2001).

Más allá de estas digresiones, no descuidemos la evidencia de que la tremenda responsabilidad con que debe cargar el individuo liberal, que es absolutamente responsable de sus actos, es también un mito. 

Hobbes y Rousseau tienen su parte de razón, aunque me inclino por la primera por que resulta más constructiva.

Y como corolario, que en modo alguno podría condicionar esta crítica, decir que los japoneses de esta película se mueren como los indios en los viejos westerns... Y me entra la risa (lo siento Malik) y mi fantasía descarrila. El tono es tan sobrio y de repente eso: Japo herido, japo que se desploma como un pelele. ¡Mi madre! Yo si soy un japonés de Guadalcanal, juro por mi vida que si me meten un tiro (sin nada que perder y lleno de ira) estoy matando yankis hasta que me muera o me quede sin balas. Aún así la película es muy buena, no os pongáis así... Muchos sois como Scorsesse, creeis que el gran cine no es el tema o el discurso que hay en él y al final ni os preocupa lo que esconda esa historia de celuloide.

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